En los últimos años, la obesidad ha dejado de ser un problema meramente estético para convertirse en una enfermedad física, llegando a ser una epidemia de escala mundial.
Numerosos factores están implicados en la aparición del sobrepeso en una persona, como los hábitos alimenticios o el ritmo de vida, pero una vez que se decide perder peso, dos factores aparecen impidiendo la resolución del problema.
Por un lado, el efecto chispazo, donde la persona va picando, probando, e incluso acabando lo que los demás han dejado. Aparece cuando la persona hace la dieta durante toda la mañana, pero se pasa la tarde picando pequeñas cantidades, por ejemplo.
Y, por otro lado, el efecto desierto, alternando días buenos y días malos. La persona está toda la semana con un correcto plan de comidas y el fin de semana decide tomarlo entero libre. Sufre entre semana porque come menos de lo que debe (llega incluso a restringir excesivamente la cantidad) y cuando llega el fin de semana se siente liberado y compensa la restricción.
Perpetuamos el problema no porque hagamos pequeñas cosas mal en la dieta, sino porque estamos contribuyendo de esta forma a agravar el problema. Hacemos dieta para poner un parche, pero no somos conscientes de que el problema real se solucionaría con un cambio de vida: deporte, alimentación sana y equilibrada, tiempo para nosotros mismos…
Una dieta simple es suficiente para eliminar 4 o 5 kg. que nos sobren, pero cuando tenemos obesidad es necesario el cambio completo de hábitos, siendo indispensable un tratamiento médico multidisciplinar, como el que ofrece nuestro equipo.
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