Para la mayoría de las personas, el acto de comer tiene una función placentera y desestresante, no sólo cumple una función nutritiva, por lo que al estar cansados solemos ir también en busca de comida (de hecho se sabe que dormir poco está relacionado con la obesidad), ya que el sueño libera estrés en nuestro organismo y nuestras hormonas, a su vez, liberan el deseo de ingerir alimentos.
De la misma forma, cuando nos sentimos ansiosos o con problemas emocionales, podemos buscar comida para sentirnos mejor, por esta función desestresante, y además hay alimentos que ayudan a calmar la ansiedad debido a la composición que presentan, como el chocolate, el plátano, las nueces o el yogur.
Todos sentimos el impulso de relajarnos comiendo, pero esta alimentación emocional debe ser controlada, ya que de lo contrario, nuestras emociones dominarán nuestra conducta alimentaria.
Además, se ha comprobado que cuando comemos por influencia emocional, solemos escoger alimentos más grasos, desequilibrando nuestro organismo. Todo esto tiene una explicación que se remonta a la Prehistoria, cuando nuestros antepasados pasaban mucho tiempo sin comer y en actividad, lo cual era una situación estresante, por lo que su cuerpo fue adaptado genéticamente para que al momento de tener comida escogieran estratégicamente los nutrientes más concentrados en energía, como son las grasas. Es decir, ante una situación estresante, decidimos comer porque así lo hacían nuestros antepasados y evolutivamente se ha quedado marcado en nuestra genética.
Pero aprender a comer bien y llevar una dieta saludable puede tener unos mejores efectos y a más largo plazo que la saturación de grasas y dulces en situaciones de estrés. Se sabe que esto puede ayudarnos a mantener bajo control las emociones. Una alimentación rica en grasas descontrola nuestro reloj biológico, impidiendo la conciliación de un sueño adecuado, el cual originará estrés y malestar emocional, haciendo que queramos aún más grasas. Es un círculo vicioso.
Comida y emociones están unidas, y para que nuestra salud se encuentre en su nivel óptimo, ninguna puede predominar sobre la otra.
Para establecer dicho equilibrio, debemos controlar la alimentación emocional, pero permitiéndonos comer por placer de vez en cuando, disfrutando de su elaboración, sin volver esto un habitual en nuestra vida, ya que volveríamos al círculo vicioso.
La alimentación va a ser algo que nos acompañará toda la vida y en nuestra mano está que esto sea algo que nos genere felicidad o no.
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