Dietas peligrosas

Cuando el gran público habla de dietas se refiere, normalmente, a regímenes de adelgazamiento. Si se analiza la palabra se llega a la conclusión de que dieta es una pauta alimentaria determinada por unos parámetros también determinados.

Así pues, seguir una dieta es respetar una manera de alimentarse, determinada por una circunstancia o patología como puede ser la obesidad, la hipertensión arterial, la diabetes, etc., en la que una parte importante del tratamiento es la alimentación. Asimismo, existen pautas dietéticas o dietas específicas para situaciones puntuales como puede ser un proceso diarreico, el estreñimiento, el embarazo o la lactancia, entre otros. También la edad es un indicativo para modificar una alimentación, ya que los requerimientos nutricionales van variando a lo largo de la vida.
El significado del término dieta es similar al de alimentación, a pesar de que presente una connotación mucho más restrictiva y se relacione habitualmente con procesos de adelgazamiento (dieta para adelgazar).

Algunas «dietas de moda»

Es importante puntualizar que cualquier estrategia o dieta que reduzca la energía de la alimentación o que aumente el gasto calórico va a ser efectiva en cuanto a la pérdida de peso. Otra cosa muy diferente, y que se va a tratar en este capítulo, es el equilibrio, la promoción o agresión a la salud que estas dietas puedan suponer.
Imaginemos un individuo al cual se le calcula un gasto energético, es decir, el que necesita para su vida diaria, 2.000 Kcal. Si a partir de su alimentación aporta esas 2.000 Kcal, el individuo en cuestión mantendrá su peso. Si, por el contrario, la alimentación le suministra menos de 2.000 Kcal, adelgazará, mientras que si las calorías ingeridas son más de 2.000, engordará. Éste es el principio de todas las estrategias para perder peso. Es decir, gastar más energía que lo que se come o comer menos de la que se gasta.
Reducir las calorías de la alimentación es muy fácil, pero hacerlo de manera equilibrada, sin comprometer en ello la salud, es otra cosa, que muchas dietas «de moda» olvidan. El peso que se puede perder mediante la mayoría de éstas se recupera rápidamente, a veces con propina y, lo que es más importante, sin promocionar eso tan importante que es la salud.

Dietas desequilibradas o incompletas

Se caracterizan por la carencia, en cantidad y/o calidad, de algún nutriente básico. Gran número de dietas utilizadas actualmente son desequilibradas, con un aporte incorrecto de algún nutriente, como pueden ser las vitaminas, los minerales o los hidratos de carbono. Son dietas que, a largo y medio plazo, pueden repercutir negativamente en la salud del individuo.

Dietas disociadas

Este tipo de dietas basan su efectividad en la ingesta diaria de un solo tipo de alimento. Por ejemplo, el lunes sólo fruta (se indica o no la cantidad), el martes, carne, el miércoles, cereales, etc. Es, al fin y al cabo, un tipo de alimentación restrictiva. Por más que a un individuo le guste la carne o los cereales, la ingesta de un solo tipo de alimento es, a todas luces, limitada, lo que restringe, asimismo, la cantidad de energía ingerida.
Este tipo de dieta es desequilibrada y fuerza continuamente al organismo a utilizar diferentes fuentes de energía. Lo que hoy le cuesta encontrar, mañana lo va a tener en exceso. Así, las proteínas que el organismo necesita en cantidades adecuadas van a ser excesivas el día que al individuo le toque carne y, en cambio, serán muy deficitarias el día que toque fruta o verdura.
Son también dietas monótonas. Es difícil comer un solo tipo de alimento en el desayuno, la comida y la cena.
Esta misma monotonía es la que hace que estas dietas no tengan un éxito ni una aceptación demasiado importantes. Los resultados, de entrada, son bastante espectaculares;
se pueden llegar a perder hasta dos kilos por semana, pero al abandonar este tipo de alimentación, el peso vuelve a sus orígenes, lo que aumenta la frustración y el desengaño del usuario, que ve que sus esfuerzos han sido en vano.

Dietas líquidas

Son alimentaciones basadas en la ingesta de algún líquido en concreto, ya sea agua, caldos vegetales u otros preparados como jarabes o melazas. Son esencialmente desequilibradas, sus beneficios ponderales son mucho menores de lo que se podría esperar en relación al sacrificio realizado y el peso perdido es rápidamente recuperado por el organismo, debido a que no se llega a producir una modificación de los hábitos alimentarios.

Dietas a base de «batidos»

Muchos laboratorios cuentan con una línea de alimentación a base de «batidos». Cada comida puede ser sustituida por uno de los mencionados batidos, con una base de agua o leche descremada que a veces se complementa con alguna barrita o pequeño preparado sólido. Es un tipo de alimentación que no se puede tachar de desequilibrada, pues la mayoría de los preparados contienen un correcto aporte de macronutrientes, así como de vitaminas y minerales. A pesar de ser bastante saciantes, pues los preparados contienen una cantidad muy importante de fibra soluble, se trata de propuestas monótonas, poco reconfortantes y caras, lo que motiva que su seguimiento no suela ser muy prolongado. Un corto período de «batidos» puede ser eficaz para perder algunos kilos antes del verano, pero difícilmente será la solución para intentar resolver una declarada obesidad o sobrepeso, ya que, además, los kilos perdidos son fácilmente recuperables cuando se abandonan los «batidos» y «barritas».

Uno de los problemas de este tipo de alimentación es que no fomenta, en absoluto, la mejora de los hábitos alimentarios, que al fin y al cabo es una de las pocas armas disponibles para mantener a raya esos kilos que sobran.
Dietas absurdas y disparatadas hay muchas, en las que se demuestra la casi infinita imaginación del ser humano, así como las ganas irracionales de perder peso; pero lo cierto es que la mayoría de ellas tienen un nulo soporte científico. Suelen ser dietas que se siguen, afortunadamente, durante poco tiempo, lo que hace que su grado de peligrosidad para la salud, a pesar de su gran desequilibrio, sea bajo.
La mayor parte de estas «dietas mágicas» basan su pretendida eficacia en una fuerte y drástica reducción energética que queda disfrazada por algún elemento estridente, más o menos disparatado, que mantiene distraída la atención del sufrido usuario.
Frente a la decisión de someterse a un régimen de alimentación para perder peso, deben seguirse una serie de criterios racionales y lógicos que no pongan en peligro la salud ni física ni psicológica.
Cualquier estrategia para adelgazar debería contar con el soporte del especialista que, de una manera individualizada, determinará la mejor manera para perder peso, de una forma efectiva y respetando los criterios básicos de equilibrio y promoción de la salud. Esta estrategia contará con un aprendizaje y una serie de cambios alimentarios, por parte del paciente, que serán las armas más útiles para no recuperar los kilos perdidos.